por Raúl Romero
El 7 de octubre de 2017, María de Jesús Patricio Martínez entregó en el Instituto Nacional Electoral (INE) la documentación requerida para registrarse como aspirante a candidata independiente a la presidencia de México. Aquel día, Marichuy -como le llaman cariñosamente- pronunció un discurso revelador de lo que será el proceso que encabeza. Ante cientos de hombres y mujeres, Marichuy dijo: “Nos tenemos que organizar y darnos la mano entre todos y acabar con este sistema capitalista, este sistema patriarcal, este sistema racista… clasista”.
Casi seis meses antes, Marichuy, indígena nahua de 53 años de edad, fue elegida por el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) como su Vocera. Además, tanto el CIG como Marichuy cuentan con el respaldo del Congreso Nacional Indígena y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La intención es que Marichuy pueda aparecer como candidata independiente en la boleta de las elecciones presidenciales de julio de 2018.
Pero, más que buscar administrar el aparato de Estado, lo que se intenta con esta iniciativa es generar un proceso organizativo en el que los pueblos indígenas y no indígenas, explotados y violentados, “de abajo y a la izquierda” como dicen los zapatistas, puedan articularse y construir a largo plazo una forma de gobierno distinto, uno donde sea el pueblo el que mande y el gobierno el que obedece. O sea que el proyecto no se acaba en 2018, sino que es de largo plazo.
Marichuy y decenas de Concejales recorrerán el país escuchando y hablando con quienes quieran acercarse. El periplo ya inició en octubre pasado y los primeros territorios que visitaron fueron algunos de los que las bases de apoyo del EZLN tienen bajo su control. Territorios rebeldes donde los pueblos mayas se autogobiernan, es decir, donde los pueblos-gobiernos ejercen la autonomía. Durante dicho recorrido, miles de bases zapatistas salieron a saludar a quien reconocen como su vocera: Marichuy. En todos los actos, las mujeres zapatistas fueron las encargadas de dar la bienvenida y los mensajes políticos. El análisis de la realidad global, nacional y local marcó los diferentes discursos. De igual manera, las actividades artísticas realizadas en cada lugar recorrido evidenciaron el gran peso que las Artes -y también las Ciencias- tienen en el “otro mundo posible” que el zapatismo construye.
Un rasgo distintivo de este proceso organizativo es la palabra colectiva. En todos los eventos públicos la palabra de Marichuy siempre es antecedida por la intervención de otras mujeres concejalas que cuentan las problemáticas de sus pueblos, sus luchas de resistencia ante el despojo y la violencia y, en el mejor de los casos, narran como han construido alternativas.
Para conseguir que Marichuy aparezca en la boleta electoral del 2018, las instituciones de México demandan que reúna 866,593 firmas de ciudadanos de todo el país. Para ello se requiere de smartphones y tablets con determinadas características. Esta medida, en un país con más de 50 millones de personas empobrecidas, es abiertamente clasista: deja fuera a quienes no pueden comprar dichas tecnologías. Sin embargo, a pesar de las complicaciones, en todo el país han surgido Redes de Apoyo al CIG y su Vocera, y desde ahí se intenta sortear los diferentes obstáculos. La Red del Estado de Morelos, por ejemplo, convocó a una campaña masiva de donación de celulares para apoyar a las comunidades y colectivos que no pueden comprarlos.
En la Ciudad de México, las redes de apoyo instalan todos los días mesas de recaudación de firmas. Se les ve en plazas públicas, cines, centros comerciales, estaciones de metro y cualquier lugar donde les sea posible. Un sector importante en esta zona del país son los estudiantes universitarios, quienes han conformado una Red que tiene presencia en diez instituciones públicas y privadas de educación superior.
Al igual que con los zapatistas y en el CIG, las mujeres están jugando un rol muy importante en todas las redes de apoyo. En un país en donde siete mujeres al día son asesinadas por el hecho de ser mujeres, la propuesta del Concejo de defender la vida y luchar contra el capitalismo, pero también contra el racismo, el machismo y el patriarcado, tiene mucho sentido.
La segunda semana de febrero es la fecha límite para lograr juntar las firmas. Todas las reuniones y actos que ocurran de ahora a esa fecha servirán para organizar y articular un gran movimiento anticapitalista que irrumpa en la agenda política nacional, una fuerza política necesaria en un país en el que la muerte, la corrupción y la impunidad son parte de la vida cotidiana.